Psiconeuroinmunología
Psiconeuroinmunoendocrinología
Psiconeuroinmunoendocrinogastroenterología
Etc., etc., etc.

Dr. Fermín Mearin
Director del Servicio de Aparato Digestivo, Centro Teknon, Barcelona

Medicina holística
Miro en Internet y veo muchos anuncios sobre medicina holística; también sobre medicina integrativa. Decido buscar más información para saber cómo se relacionan (o no) ese tipo de prácticas con lo que yo hago en la consulta.
El diccionario de la Real Academia Española (RAE) dice que holístico es lo “perteneciente o relativo al holismo”. (No es gran cosa; era de esperar). Busco entonces qué es el holismo: “doctrina que propugna la concepción de cada realidad como un todo distinto a la suma de las partes que lo componen”. (No me aclara mucho).
Sigo informándome. “La holística es aquello perteneciente al holismo, una tendencia o corriente que analiza los eventos desde el punto de vista de las múltiples interacciones que los caracterizan”. (Vale, esto ya está más claro). Lógicamente las enfermedades tienen como origen diversos factores, y entre ellos interaccionan. Pero eso es lo que cualquier buen médico debería tener en cuenta; es algo así como una medicina integrativa utilizando un modelo biopsicosocial (luego lo explicaré mejor).
Me paso entonces por la Wikipedia y encuentro: “la medicina holística es una pseudoterapia sin base científica – o medicina alternativa -, que se basa en los poderes de sanación naturales del organismo, las formas en que los tejidos interaccionan y la influencia del medio ambiente. (Uy qué lío, ¿una pseudoterapia sin base científica?). Voy a ver qué encuentro en alguna web que sea más proclive: “La medicina holística es un método cuyo objetivo está más allá de sanar, es curar la mente, el espíritu y el alma”. (Yo en la consulta lo hago lo mejor que puedo, pero lo de curar el espíritu y el alma me parece demasiado ambicioso). (Me están poniendo las cosas difíciles).
Necesito una visión más conciliadora. Sigo buscando por la red. Leo: “Quienes están acostumbrados a las prácticas alopáticas no suelen entender en qué consiste la medicina holística. La diferencia es que, en la última, no se intenta curar una enfermedad puntual, sino de sanar el cuerpo, el alma y la mente de una persona utilizando tanto terapias alternativas como convencionales. Este tipo de medicina entiende que una persona es atacada por enfermedades debido desequilibrios ambientales, sociales, físicos, espirituales o emocionales”. (Claro, ahora sí. Pero, insisto, eso también lo valora la medicina científica (alopática): un modelo en el que tanto los factores biológicos, emocionales y sociales influyen en la salud o la enfermedad del individuo: (el modelo biopsicosocial descrito hace ya muchos años).
Resumiendo, y de una forma muy simplista, ambas formas de medicina deben integrar diversos aspectos que afectan al ser humano: físicos, emocionales, sociales, culturales, etc. La diferencia fundamental es que la holística emplea terapias con o sin evidencia científica de su utilidad (homeopatía, aromaterapia, flores de Bach, …), mientras que en la científica se debe haber comprobado su eficacia (Pues me quedo con la mía: la medicina científica).

¿Entonces, por qué se han apropiado «ellos» de la medicina holística?
Si, al fin y al cabo, la Medicina (con mayúscula y siendo sólo una) consiste en buscar lo mejor para cada paciente, analizando los diversos factores vitales que le acompañan, aplicando la mejor terapia posible, ¿por qué la medicina alternativa no considera holística a la medicina científica? ¿Nos tienen manía? ¿De quién es la culpa?
No creo que aquí haya culpa ni culpables, pero algo habremos hecho mal los que nos dedicamos a esto y lo basamos todo (o casi todo) en las evidencias científicas. Las personas, y sus enfermedades, son más que datos, o resultados de tests. Nos hemos acostumbrado a pedir muchas pruebas, y a casi no preguntar sobre qué es lo que le ocurre al enfermo. En las historias clínicas escribimos poco y escuchamos aún menos. Nos cuesta menos pedir un escáner o hacer una colonoscopia que indagar sobre los aspectos emocionales de nuestros enfermos.
No es que no tengamos en cuenta los aspectos personales, emocionales y sociales antes de establecer el diagnóstico, es que a la mayoría de los médicos no les interesa saberlo. Es triste, pero es así. ¿Para qué, si al final voy a pedir una analítica completa, un TAC toraco-abdominal, una gastroscopia y una colonoscopia? Eso ya me dirá lo que tiene el paciente. ¿Y si el paciente tiene pena? ¿O tiene miedo? ¿O tiene soledad o angustia? ¿Eso con que prueba se ve? ¿Con el escáner o con la colonoscopia? Y esos sentimientos influye en la aparición de los síntomas y en la forma de manifestarlos.
Se puede aducir que esa falta de empatía no es exclusiva de determinados médicos científicos, y que también está presente en algunos holísticos, integrativos, o de Albacete. Lo mismo que ocurre con los fontaneros, los agricultores o los periodista: los hay malos y buenos.
Conclusión: Aprovechemos lo mejor de la Medicina (cualquiera que sea su rama) para ayudar más y mejor a nuestros pacientes.

Doctor, he visto que hay una especialidad nueva que se llama psiconeuroinmunología (PNI)
Nueva no es, ni tampoco – de momento – una especialidad especifica bien definida. Es una consecuencia lógica del correcto manejo de la salud y enfermedad de las personas: tener en cuenta que los aspectos psicológicos, neurológicos e inmunológicos son fundamentales e interacción entre ellos. ¿Pero no participan también los factores hormonales? Ah, es cierto, por eso algunos prefieren llamarla psiconeuroinmunoendocrinología (PNIE). Pero, Dr. Mearin, ¿No participa también el aparato digestivo? Tienes razón, es verdad, mejor llamémosla: psiconeuroinmunoendocrinogastroenterología (PNIEG). ¿Y si viene un cardiólogo y nos dice que en el sistema circulatorio influyen mecanismos psicológicos, neurológicos, inmunológicos, endocrinológicos y digestivos? ¿Seguimos alargando el nombre de esa “nueva especialidad”? ¡No! Basta ya. Lo importante no es ponerles nombres a especialidades que ni están en el MIR (Médicos Internos Residentes) ni se han definido por la Comisión Nacional de Especialidades Médicas; lo importante es saber, y aplicar en la práctica clínica, que todos (TODOS) los órganos y sistemas de nuestro organismo interaccionan unos con otros. Pero eso no es nuevo, y sirve para todas las especialidades.

Lo curioso es que la mayoría de lo que ejercen la psiconeuroinmunoendocrinología ni son psicólogos, ni neurólogos, ni inmunólogos, ni endocrinos (ni tampoco gastroenterólogos). Son fisioterapeutas, nutricionistas o “coachs”. Y no me parece mal, pero lo habitual para ser superespecialista es ser primero especialista. Nuevamente, la culpa no es de los que lo hacen, si no de los (especialistas) que no lo hacen.
¿Y si quien me atiende es un coach?
Se ha puesto de moda buscar un coach para que nos ayude: a tomar decisiones, a cuidar nuestras relaciones, a hacer una dieta saludable, a mejorar nuestro físico, a conseguir estabilidad emocional, a ser más felices, a, a, a, … Y eso está bien, muy bien. ¿Pero qué es un coach?
La palabra inglesa “coach” significa entrenador. Sin embargo, actualmente se utiliza en nuestro entorno para referirse a “una persona que se ha formado para motivar y enseñar técnicas que ayuden a alcanzar las metas que se quieren conseguir”. Yo no sé nada de este tema, y no conozco cuál es su interrelación con médicos, psicólogos o nutricionistas, ni tampoco cuál es la formación que se le exige a un coach nutricional, a un coach emocional o a un coach de salud. Lo cierto es que, si fuese a poner mi dieta, mis problemas o mis dolencias en sus manos les pediría, además de su buena voluntad (de la que no dudo), su currículum profesional.
Por si le interesa (o le preocupa), sepa que en Google puede encontrar:
Sea Coach: Curso de 20 horas; precio: 80 euros.
Fórmese como Coach profesional: Curso de 235 horas teóricas y 30 horas de prácticas: precio 4000 euros + IVA.
Certificación internacional PCC: precio 300 euros.
Fácil si se compara con el esfuerzo, el tiempo y el dinero que cuestan formaciones universitarias como fisioterapia, nutrición y dietética, enfermería, psicología o medicina.
Un poco de humor: En “El Club de la Comedia” un monólogo que parodia el coaching y la figura del coach.: https://youtu.be/UmyU-WdFAjI
¿Y qué hay que hacer para ser especialista en psiconeuroinmunología (PNI) o psiconeuroinmunoendocrinología (PNIE)?
Tampoco lo he visto del todo claro. Hay de todo, desde “cursos” a “másters”, unos mejores y otros bastante pobres. Curiosamente, en la mayoría de ellos los profesores no son médicos. De nuevo, es posible que “la culpa” sea nuestra por no querer involucrarnos más en estas materias, pero me parece raro.
No hay uniformidad en canto a quién están dirigidos. En algunos está claramente explicitado: licenciados y diplomados en algún campo de las profesiones sanitarias tituladas de Ciencias de la salud, bioquímica, biología, ingeniería biomédica o psicología. En otros no parece exigirse una formación específica previa.
Consideración final (y muy personal)
Si holístico significa una concepción basada en la integración total y global frente a un concepto o situación, los profesionales de la salud (TODOS), lo estamos haciendo muy mal. Distintos tipos de medicina que, en el mejor de los casos, se ignoran mutuamente. Médicos que no se apoyan en psicólogas y nutricionistas. Psicólogos y nutricionistas que no colaboran con médicas. Determinados profesionales de la salud que no colaboran con fisioterapeutas, y viceversa. Intromisiones profesionales múltiples, e incluso algún intrusismo. ¡Vaya desastre!
Quizá, deberíamos parar un momento y, además de plantear una aproximación holística para nuestros pacientes, aplicarla a nuestro colectivo.
