
Dr. Fermín Mearin
Director del Servicio de Aparato Digestivo, Centro Teknon, Barcelona

Enfermedades inflamatorias intestinales crónicas
Las enfermedades inflamatorias intestinales crónicas (EIIC), tal y como su nombre indica muy bien, consisten en la inflación del intestino (colon y/o intestino delgado), de una manera crónica (prolongada o intermitente). Se incluyen bajo este térmico la colitis ulcerosa (CU) y la enfermedad de Crohn (EC), si bien la colitis microscópica y la enfermedad celiaca son también parte de la EIIC.
De manera característica, tanto la CU como la EC cursan con periodos de actividad (lo que se llaman brotes) y periodos de remisión.
La CU y la EC comparten algunos aspectos, pero son enfermedades diferentes con sus propias particularidades: en la CU se inflama la mucosa intestinal mientras que en la EC se puede inflamar toda la pared; la CU afecta al colon mientras que la EC puede ocurrir en cualquier parte del intestino (grueso [ = colon] o delgado); en la CU siempre hay lesiones en el recto, pero no siempre en la EC.

Colitis ulcerosa
La colitis ulcerosa es una EIIC que se caracteriza por la inflamación de la mucosa del colon; afecta de manera variable a parte o toda su extensión, desde la parte más distal (el recto) hasta la proximal (el ciego).
Es una enfermedad frecuente, presente en todo el mundo, y con un aumento progresivo durante las últimas décadas. Afecta del igual modo a ambos sexos, y puede aparecer en cualquier momento de la vida, aunque es más frecuente en jóvenes (15-30 años) y, en menor grado, en adultos mayores (50-70 años).
¿Por qué se produce la colitis ulcerosa?
No se sabe con precisión la causa de la CU, pero se la considera de origen autoinmune/inflamatorio en la que intervienen múltiples factores: susceptibilidad genética, estilo de vida, factores ambientales, microbiota intestinal y el propio sistema inmune. La consecuencia es un desajuste entre los procesos de inflamación-antiinflamación responsables de la aparición de las lesiones en el colon: úlceras de profundidad y extensión variables.
Hay que destacar que, aunque la importancia de una base genética de la CU está demostrada (estudios genéticos, estudios en familiares y en gemelos), eso no quiere decir que se trate de una enfermedad obligatoriamente hereditaria.
¿Qué síntomas produce la colitis ulcerosa?
Los síntomas más habituales de la CU son la diarrea persistente, sangre en las heces y dolor abdominal. La diarrea suele ser tanto diurna como nocturna, y la sangre en las heces puede acompañarse de moco y/o pus.
Los síntomas dependen de dónde se localice la inflamación y de su severidad. Así, cuando la enfermedad está limitada al recto (proctitis ulcerosa) existe la sensación permanente de tener que defecar (tenesmo) y de evacuación incompleta; también es frecuente la emisión de pequeñas cantidades de heces, mezcladas con sangre, moco y pus (se les llama esputos rectales).
La gravedad depende fundamentalmente de la extensión e intensidad de la inflamación en el colon. En los casos graves puede haber fiebre, malestar importante y afectación del estado general.
¿Cómo se diagnostica la colitis ulcerosa?
El primer paso en el diagnóstico de CU es su sospecha clínica mediante una entrevista médica bien realizada. Para confirmar la inflamación colónica, y descartar otras enfermedades con síntomas parecidos, lo más frecuente es realizar una colonoscopia con toma de biopsias.

En los pacientes con CU se observa una inflamación continua del colon, que se inicia en el recto y se extiende – en menor o mayor medida- hacia el resto del colon sin dejar zonas indemnes (zonas no afectadas). Por el contrario, en la enfermedad de Crohn las lesiones son “parcheadas” (discontinuas y salteadas).

¿Cuál es la evolución de la colitis ulcerosa? (¿qué me puede ocurrir?)
Los pacientes con colitis ulcerosa pueden pasar periodos prolongados de tiempo sin apenas síntomas (estado de remisión), pero es común que a lo largo de su vida la enfermedad presente fases o períodos de exacerbación (“brotes”).
No todos los brotes tienen la misma gravedad y esta, como se ha dicho anteriormente, depende del grado de extensión e intensidad de la inflamación:
- Se dice que un brote es leve cuando el paciente presenta menos de 4 deposiciones al día, sin apenas sangre; no hay fiebre, taquicardia ni anemia. Estos pacientes podrán ser tratados en su mayoría de forma ambulatoria.
- Un paciente presenta un brote grave cuando el número de deposiciones es superior a 6 al día, existe sangre roja y abundante en las heces, más de 90 pulsaciones por minuto, fiebre superior a 37.7ºC y anemia. Estos casos suelen requerir ingreso en el hospital.
- Los casos intermedios (brotes moderados) presentan características intermedias entre los previos (leve y grave). En muchos casos se pueden tratar ambulatoriamente, pero bajo vigilancia cercana.
Hay que recordar de nuevo que, antes de establecer el diagnóstico de CU, el médico debe descartar otras enfermedades que producen manifestaciones semejantes.
La extensión de la CU es muy variable y puede cambiar a lo largo del tiempo. La progresión de proctitis a colitis derecha se produce en el 25-30% de los casos, y de colitis derecha a colitis extensa en el 10-30%.
Manifestaciones extradigestivas de la colitis ulcerosas
Algunos de los pacientes con CU pueden tener síntomas o alteraciones en otros lugares, además del colon:
- Articulaciones: dolor o inflamación en las articulaciones y/o en la zona lumbar.
- Piel: eritema nodoso (lesiones rojas, nodulares y dolorosas bajo la piel) o pioderma gangrenoso (lesiones pequeñas rojas que progresan a úlceras profundas).
- Ojos: uveítis, epiescleritis.
- Hígado: elevación de las transaminasas o de enzimas de colestasis. Cuando son persistentes y se acompañan de picor, fiebre o malestar general, es importante descartar una colangitis esclerosante primaria.
- Anemia (o ferropenia): es muy frecuente y de origen multifactorial (pérdida de hierro por sangrado, déficit de aporte vía oral, disminución del apetito, y dificultad de la médula ósea para producir nuevos hematíes, debido a mecanismos inflamatorios).
- Alteraciones en la coagulación: estado protrombótico (mayor predisposición a sufrir trombosis).
- Otras: cálculos renales, osteoporosis.
Todas estas posibles dolencias deben ser evaluadas por el médico gastroenterólogo, y tratados (o derivadas al especialista correspondiente) para su correcto manejo.
Es importante recordar que estas manifestaciones extradigestivas de la CU, si bien pueden aparecer en algún momento, nunca se producirán en muchos de los enfermos.
Tratamiento de la colitis ulcerosa
El objetivo del tratamiento es controlar los síntomas, evitar las complicaciones y prevenir los brotes, con la consecuente mejoría en la calidad de vida. No existe en la actualidad un tratamiento que “cure” la enfermedad y la haga desaparecer para siempre.
Dependiendo de la extensión y gravedad de cada caso se utilizan distintos tratamientos:
- Mesalazina (5-aminosalicílico), ya sea por vía oral o tópica (supositorios, enemas o espuma rectal).
- Corticoides de acción local (beclometasona por vía oral y budesonida en forma de enemas).
- Corticoides de acción sistémica (prednisona, metilprednisolona), por vía oral o intravenosa.
- Inmunomoduladores (azatioprina, mercaptopurina, metotrexato).
- Terapias biológicas (infliximab, adalimumab, golimumab, certolizumab, vedolizumab); unos de uso intravenoso y otros subcutáneo.
La elección de uno u otro, la combinación de varios, las dosis, y la duración del tratamiento debe decidirla un médico especializado dependiendo de las características individuales de cada caso.
Los efectos beneficiosos de los diferente fármacos, y sus posibles efectos adversos, deben ser discutidos por médico y paciente a fin de tomar decisiones consensuadas.
Es fundamental que el paciente cumpla de manera estricta el tratamiento, y siga las recomendaciones de su médico.
En algunos casos excepcionales, la ausencia de mejoría con el tratamiento médico o la presencia de complicaciones (hemorragia grave, dilatación aguda del colon [megacolon tóxico] o perforación) obligan a realizar cirugía para extirpar el colon. En estos casos, para evitar que el paciente quede con una ileostomía (“ano artificial” = bolsa) se construye quirúrgicamente un “nuevo recto” con un asa del propio intestino delgado.
