¿Sabía que el estómago tiene un marcapasos?

Dr. Fermín Mearin
Director del Servicio de Aparato Digestivo, Centro Teknon, Barcelona

¡Qué listo es el corazón! ¡Qué bien se mueve! Pum-pum, pum-pum. De 60 a 80 pulsaciones por minuto. Sin equivocarse. Cada día, cada mes y cada año. Absolutamente increíble.
Sin embargo, el tubo digestivo se mueve “a lo loco”. Triturando y mezclando los alimentos sin orden ni compás. Como una “termomix” desaforada. Y al final, para que todo termine en el váter.
¿Es esto cierto? No, no lo es. Pero incluso algunos especialistas en gastroenterología ni saben cuál es la coordinación electromecánica digestiva ni se han dado cuenta de lo apasionante que resulta. Debe ser que están pensando en otras cosas. ¿Quizá en hacer colonoscopias?
Cómo se mueve el tubo digestivo
La actividad motora del tubo digestivo es una función que se produce de forma ubicua, organizada y altamente especializada. A lo largo de todo el tracto digestivo es necesario que la motilidad se efectúe de una forma precisa para conseguir un adecuado funcionamiento. Como es natural, esta actividad motora no se produce al azar sino que está controlada por una serie de complejos mecanismos neurológicos, musculares, y hormonales. Este control no está presente sólo durante el periodo de la ingesta sino que también es fundamental para mantener una correcta actividad motora durante los periodos en que no se ingiere alimentos (motilidad interdigestiva). Así, los movimientos del esófago no sólo son importante para trasportar el bolo alimenticio desde la faringe hasta el estómago, sino que participa de una forma continua en mantener al esófago libre de residuos y del material refluido desde el estómago (especialmente el ácido).
Lo mismo ocurre con el estómago y el intestino delgado, en que los que la actividad motora no sólo es la responsable de que los alimentos sean trasportados a lo largo de todo el tubo digestivo sino que, en una perfecta coordinación con los mecanismos de secreción y absorción, favorecen el adecuado procesamiento de los alimentos. Por su parte, el intestino grueso y el recto son los encargados del almacenamiento y excreción del material fecal.
Los movimientos del esófago (mucho más que un simple tubo)
En el momento de la ingesta se produce la contracción peristáltica, ordenada y coordinada, del esófago, que se acompaña de la relajación del esfínter inferior (cardias); este proceso permite que el bolo alimenticio llegue al estómago en aproximadamente 7-10 segundos. Pero la actividad motora esofágica no es sólo importante en el momento de la deglución sino que también participa en el vaciamiento esofágico del material refluido desde el estómago.
Por su parte, el cardias debe mantenerse contraído de forma permanente (a excepción de los en los momentos en que se produce la deglución) para impedir el reflujo gastroesofágico. Las relajaciones del esfínter que no están relacionadas con episodios de deglución, llamadas relajaciones transitorias, pueden ocasionar episodios de reflujo.
Los movimientos del estómago (el marcapasos gástrico)
Las características electrofisiológicas y mecánicas de la parte superior del estómago (fundus gástrico) y de la parte inferior (antro gástrico) son completamente distintas). El fundus tiene como función primordial recibir y almacenar los alimentos. Para ello posee la capacidad de relajarse en el momento de la ingesta (fenómeno de acomodación). Cuando falla esta propiedad se producen síntomas como dolor abdominal por distensión o saciedad precoz. Una vez la comida ya está en marcha los alimentos van pasando de una parte del estómago a otra.
La parte distal del estómago se contrae con movimientos fuertes y rápidos con el objetivo de triturar y vaciar los alimentos sólidos. Las contracciones de la parte inferior gástrica son de tipo peristáltico para poder impulsar el contenido hacia el píloro. Con la contracción antral el píloro también se contrae de forma que los alimentos quedan comprimidos en la parte distal del antro, y solo una pequeña parte pasa al duodeno. De esta forma se produce la trituración, mezcla y filtrado de los alimentos sólidos. Cuando el píloro se abre suficientemente deja pasar el contenido del estómago al duodeno.
El que determina el ritmo al que se contrae el estómago es el marcapasos gástrico; sí, no sólo el corazón tiene un marcapasos. De tal forma, y gracias a este control eléctrico natural, el estómago se contrae unas 3-4 veces por minuto. ¿Y a que tampoco sabían que los movimientos del estómago pueden alterarse porque el ritmo eléctrico gástrico sea patológico? Pues sí, cuando el estómago va demasiado rápido es que existe una taquigastria y cuando va excesivamente lento es una bradigastria. Lo mismo que en el corazón pero cambiando “cardia” por “gastria”. De hecho, el rimo eléctrico del estómago se puede medir mediante un electrogastrograma, aunque esta técnica se ha utilizado más en investigación y tiene poca utilidad clínica.

La actividad eléctrica, y motora, se transmite a través de toda la extensión del tubo digestivo mediante una compleja red celular en las que intervienen de manera predominante las llamadas células intersticiales de Cajal, en honor al premio Nobel español.
Los movimientos del intestino delgado (más marcapasos)
El intestino delgado tiene varios marcapasos, que se van coordinado unos con otros. Su frecuencia va de mayor a menor, de arriba abajo, de forma que en el duodeno es de 11-12 ciclos por minuto y en el ileon de 7 ciclos por minuto. Pero el intestino no deja de moverse cuando no comemos. Si estamos en ayunas, en el periodo interdigestivo, el intestino delgado tiene unas contracciones que lo recorren en toda su longitud y que sirven para limpiar los restos de alimentos que han quedado dentro una vez terminada la digestión. Este proceso se repite cada 100 -120 minutos hasta que volvemos a comer.
El intestino delgado tiene como función motora fundamental la de controlar el tránsito del bolo alimenticio para, así, facilitar una digestión y absorción óptimas. En el intestino delgado pueden producirse dos tipos de contracciones: segmentarias y peristálticas. La contracción segmentaria es aquella localizada en un determinado punto y cuya función es la de dividir y mezclar el contenido intestinal, pero sin producir transporte del bolo. La contracción peristáltica es debida a la actividad contráctil ordenada en sentido aboral de diferentes segmentos contiguos del intestino, produciendo la propulsión del contenido intraluminal.

Los movimientos del colon (un caos sólo aparente)
En el intestino grueso, el colon, hay un poco más de lío. Unos movimientos intestinales van hacia adelante, otros hacia atrás, otros tiene como única misión mezclar los excrementos que han llegado hasta allí. Así, cuando se examina la actividad eléctrica o mecánica del colon aquello parece un caos. Pero es un caos organizado en el que al final lo que se tiene que mover se mueve, lo que se tiene que absorber se absorbe y lo que tiene que salir, pues… eso!
Los patrones de la motilidad del intestino grueso se conocen con menor precisión que los del esófago, el estómago o el intestino delgado. Esto es debido a que su actividad motora es más heterogénea, su relación temporal menos estable (no periódica) y sus mecanismos de control menos conocidos.
Las contracciones colónicas, en general, se producen de una forma lenta y mantenida (tónica) al contrario de lo que ocurre en tramos más altos del tubo digestivo en que las contracciones son predominantemente de tipo fásico, es decir rápidas y transitorias. Estas contracciones tónicas en anillo no tienen capacidad peristáltica, y su misión parece ser la de actuar como freno a la propulsión colónica, retardando el tránsito del material fecal. Además, el aumento de presión que se produce en los segmentos intestinales «aislados» entre las diversas contracciones anulares favorece la absorción de agua.
De forma ocasional, entre 1-4 veces al día, se producen ondas peristálticas de hasta 200 mmHg que migran a una velocidad aproximada de 1 cm/seg a través de largos segmentos del colon. Son llamadas «contracciones migratorias gigantes» y son capaces de producir el desplazamiento del contenido colónico desde el colon transverso hasta el sigma o incluso el recto, y en ocasiones se siguen de la aparición del deseo defecatorio.
Tras la ingesta la motilidad del colon aumenta. Por eso, algunos pacientes tienen que ir (o correr) al váter después de las comidas. Les sorprende “lo rápido que han hecho la digestión”, pero en realidad lo que están expulsando no es lo que acaban de comer sino lo que estaba almacenado en el colon – de ingestas previas – y que ahora se ha movido.
Y al final, el recto (“salida”)
El llenado del recto, rápido o lento, producido por la propulsión colónica se acompaña del deseo de defecar. Si en un determinado momento el acto de la defecación no es socialmente adecuado se produce la inhibición de los mecanismos defecatorios mediante la contracción voluntaria del esfínter anal. Si por el contrario, el estímulo defecatorio se presenta en un momento propicio se realiza la compresión abdominal, se induce la relajación del esfínter anal y se produce la expulsión fecal. De esta forma queda completado el ciclo digestivo-interdigestivo en el que la adecuada actividad motora de los distintos tramos del tubo digestivo contribuye a mantener la homeostasis del organismo.

Conociendo ahora cómo se comportan nuestro tubo digestivo, lo complejo y lo preciso que es, lo extraño es que funcione tan bien a pesar de lo mal que nos portamos con él. Cómprese usted el mejor de los relojes suizos. Ya veremos si en 5 o 10 años sigue funcionando como al principio. Si no atrasa o adelante. Y lo peor: que se pare.
Como la vida misma
Hace ya unos cuantos años acudió a mi consulta un paciente que había leído en algún lado que yo era experto en las enfermedades relacionadas con trastornos de los movimientos intestinales. Yo, después de que nos presentásemos mutuamente y de algunas frases introsductorias, le pregunté solícito: “Cuénteme, ¿Qué es lo que lo que le ocurre?”. Me contestó, “Doctor, estoy desesperado porque se me mueve mucho el ano”. He atendido a miles y miles de pacientes, pero no entendí a que se refería. Él me contó que “constantemente el ano se le movía de arriba para abajo y de un lado a otro”. Yo, estupefacto, no supe que decir y le indiqué que se bajara pantalón y calzoncillo, y se tumbase en la camilla. Le exploré con máximo cuidado durante un tiempo prolongado para terminar diciendo: “Yo lo veo bien situado y no aprecio que se mueva”. El paciente, muy digno, se levantó, me miró, y me dijo: “pues no es usted tan bueno como dicen”.
Me quedé con cara de tonto, pero juro no haber visto, ni entonces, ni antes, ni después un caso de “ano móvil”.
