El hígado, la vesícula biliar, el páncreas y sus conductos

Dr. Fermín Mearin
Director del Servicio de Aparato Digestivo, Centro Teknon, Barcelona
El tubo digestivo tiene diversas funciones, algunas muy conocidas, tales como transportar los alimentos, absorber los nutrientes y las vitaminas, y favorecer el proceso de la digestión. Otras de sus actividades, aunque también imprescindibles son menos conocidas: metabólicas, inmunológicas o neurológicas. Pero de eso hablaré en otro capítulo.
El caso es que, para que la digestión se produzca de manera adecuada el tubo digestivo necesita de otros órganos tales como el hígado, la vesícula biliar y el páncreas.

Funciones del hígado
El hígado contribuye a la digestión mediante la secreción de bilis, esencial para la asimilación de las grasas. Además, realiza otras muchas funciones tales como la síntesis de proteínas y vitaminas, así como funciones metabólicas e inmunológicas.
Las funciones metabólicas del hígado son muy numerosas, siendo básico para la de carbohidratos, lípidos y proteínas. Todas ellas son fundamentales para el equilibrio de la salud, pero cabe destacar la producción de factores esenciales en la coagulación: fibrinógeno, protrombina, factores V, VII, IX y X.
Sirve, además, como almacén de energía (glucógeno), hierro (ferritina), vitaminas (A, D y B12) y minerales (hierro, cobre).
La función inmunológica (favoreciendo las defensas) del hígado es primordial. Los macrófagos allí presentes (células de Kupffer) atrapan y destruyen bacterias y virus, así como sustancias extrañas al organismo. Por otra parte, es en el hígado donde se sintetizan la mayoría de las proteínas que forman el sistema del complemento, de fundamental importancia en la respuesta inmunológica.
Por último, el hígado puede considerarse como el filtro de nuestro organismo. Sirve para la “limpieza” “desintoxicación” de la sangre que pasa por él. Es bien conocida en el caso del alcohol (etanol) gracias a la enzima alcohol-deshidrogenasa. Igualmente está implicado en la metabolización de la mayor parte de los fármacos.
Cuando el hígado se daña o se inflama, ya sea de manera aguda o crónica, se alteran todas estas funciones pudiendo llevar a problemas graves.
La bilis y la vesícula biliar
La bilis que produce el hígado es almacenada en la vesícula biliar, y se va liberando hacia el intestino (en el duodeno) según las necesidades de la misma (fundamentalmente tras la ingesta). En un excelente dibujo de mi amigo el Dr. Enrique de Madaria se pueden ver los nombres y localizaciones del hígado, vesícula biliar, páncreas y sus conductos.
La bilis contiene sales biliares, proteínas, colesterol, hormonas y agua. Las sales biliares actúan en el intestino contra las bacterias que entran con la comida, pero su acción primordial es facilitar la digestión de las grasas. Las sales biliares emulsionan las grasas (las fraccionan en partículas más pequeñas) para así, mediante las enzimas pancreáticas, favorecer su digestión y absorción. Son imprescindibles también para la absorción de las vitaminas liposolubles (A, D, E y K) y del calcio.
Uno de los problemas más frecuentes en relación a la vesícula biliar es la aparición de piedras en su interior: es la llamada litiasis vesicular o colelitiasis.
La colelitiasis se produce fundamentalmente por dos motivos: 1. Alteraciones en la composición de la bilis; y 2. Dificultad en el vaciamiento de la vesícula. Así, cuando la bilis contiene excesivo colesterol, o demasiada bilirrubina, se hace más densa y se favorece la aparición de barro o piedras. Si, además, la vesícula no vacía bien el poso residual aún predispone más a la colelitiasis.
Hay dos tipos de litiasis biliar: Litiasis de colesterol (≈ 80%) y litiasis pigmentaria, de bilirrubinato cálcico (≈ 20%).
Las piedras en la vesícula pueden producir cólicos biliares (dolor agudo, intenso, fluctuante en la parte superior derecha del abdomen), pero em otras muchas ocasiones no producen ninguna molestia. La decisión de intervenir o no quirúrgicamente debe decidirse de manera individual de acuerdo a los síntomas y las características individuales de cada paciente.
El páncreas
El páncreas es un órgano al que mucha gente tiene miedo. Cuando se menciona esa palabra automáticamente se piensa en cáncer y en cosas horrible. Sin embargo, el páncreas es, en la grandísima mayoría de los casos y durante toda nuestra vida, muy amigable: nos ayuda a controlar los niveles de azúcar en niveles normales, y a digerir correctamente los alimentos (entre otras muchas cosas).
El páncreas tiene dos funciones principales: la función exocrina y la función endocrina.
La función endocrina es la que contribuye a mantener los niveles de glucosa en sangre en el rango adecuado. Para ello sintetiza diversas hormonas que, una vez en el torrente sanguíneo, equilibran las subidas o bajadas de azúcar. Las dos hormonas pancreáticas más importantes son la insulina y el glucagón. La insulina sirve para bajar el nivel de glucosa en la sangre cuando está elevada, mientras que el glucagón lo aumenta cuando está demasiado baja. De tal forma, el equilibrio entre estas dos hormonas sirve para mantener los niveles de glucosa en los niveles apropiados.
La función exocrina del páncreas consiste en la producción y excreción al duodeno de las enzimas que sirven para digerir los alimentos. Cuando comemos, el páncreas libera las enzimas que, a través de un conducto (llamado conducto de Wirsung), son liberadas al duodeno (primer segmento del intestino). Las enzimas pancreáticas son la amilasa, la lipasa y la tripsina, que contribuyen a la digestión de los carbohidratos, las grasas y las proteínas, respectivamente.
El páncreas produce otras muchas hormonas que intervienen en el funcionamiento de órganos digestivos y extradigestivos, pero esa es historia para otro capítulo.
Las enfermedades del páncreas dependen de cuál sea la función que más se altere, la endocrina o la exocrina. Si es la primera se sufrirá diabetes, y si es la segunda una alteración de la digestión de los alimentos con diarrea, pérdida de peso, etc. La diferencia es tal que hasta los especialistas que tratan una y otra son diferentes: endocrinólogos y digestólogos